martes, 19 de febrero de 2013

DISTANCIA A LAS ESTRELLAS


LAS DISTANCIAS DE LAS ESTRELLAS En comparación con la inmensidad del espacio, el sistema solar es un pequeñísimo y compacto conjunto de cuerpos celestes. Pero acostumbrados a considerar las distancias de nuestro propio planeta, creemos que el sistema solar es enorme.
Ya no nos sorprende cuando nos damos cuenta de que la distancia de la Tierra al Sol es casi 4.000 veces mayor que la longitud del ecuador terrestre, y que la distancia desde el Sol hasta Plutón equivale a unas 150.000 vueltas alrededor de nuestro planeta. Tales distancias son tan grandes y desproporcionadas con relación a nuestra experiencia diaria, que sólo consiguen confundirnos cuando intentamos expresarlas en kilómetros. Y cuando hablamos de distancias aun mayores, los números en sí resultan demasiado grandes para comprenderlos con facilidad.
Por esta razón los astrónomos han tenido que buscar otra unidad de longitud para utilizarla en lugar del kilómetro. Y la más útil que se ha encontrado hasta el momento ha sido la velocidad de la luz, que se desplaza a 300.000 Km./seg, y recorre la distancia del Sol a la Tierra en poco menos de ocho minutos y medio, y del Sol a Plutón encinco horas y media. Por ello decimos que el Sol está a ocho y medio minutos-luz de la Tierra, y que Plutón se encuentra a cinco y media horas-luz del Sol.
Puesto que la distancia del Sol a Plutón es sólo el radio de la circunferencia del sistema solar, debemos doblar dicha distancia para expresar su diámetro —11 horas-luz—. Pero como muchos cometas se alejan todavía más que la propia órbita de Plutón, podemos decir que la totalidad del sistema solar ocupa por lo menos un espacio de unas i 2 horas-luz. Puesto que un viaje alrededor de la Tierra sólo equivale a un octavo de segundo-luz, podemos darnos cuenta de la inmensidad del sistema solar según nuestros patrones terrestres.
Y, sin embargo, sólo se trata de un pequeño punto en el espacio sideral. La estrella más próxima al Sol está situada no a segundos, minutos y horas-luz del mismo, sino a una distancia de cuatro y medio años-luz. Cuando recordamos que en un año hay casi 9.000 horas, nos damos cuenta de que el diámetro del sistema solar es muy pequeño en comparación con la distancia que nos separa de la estrella más próxima. Si expresamos ambas distancias en kilómetros, obtendremos 12.000 millones de kilómetros para el sistema solar y 40 billones de kilómetros para la estrella más próxima (que es precisamente la alfa de la constelación del Centauro, o a Centauri, visible sólo para los habitantes del hemisferio sur).
Al considerar las distancias de otras estrellas vemos que cuatro y medio años-luz están sólo "a la vuelta de la esquina". Por ejemplo, de entre las estrellas más brillantes que observamos en el cielo, Sirio está a 9 años-luz y Vega a 26, años-luz; y aun éstas son vecinas próximas. Arturo se encuentra a 36 años-luz, Capella 345 años-luz y Aldebarán a 68 años-luz y todavía no podemos considerarlas lejanas.
Sólo cuando hablamos de estrellas como la Espiga y Antares, a 220 y 520 años-luz, respectivamente, estamos tratando de estrellas realmente lejanas. Sin embargo, no hemos empezado siquiera a agotar la lista de las estrellas brillantes.
Rigel, de la constelación de Orion, se encuentra a 900 años-luz. Esto quiere decir que la luz que de ella nos llegó anoche empezó su viaje hace 900 años. El universo estelar es, por lo tanto, mucho mayor de lo que podemos imaginar cuando casualmente dirigimos nuestra mirada hacia el cielo nocturno. Hemos visto que los planetas constituyen un compacto grupo que sistemáticamente se mueve alrededor del Sol. ¿ Y qué ocurre con las estrellas? ¿Es posible encontrar cierto sistema u organización dentro de ellas? ¿Cómo se mueven, exactamente? ¿Hasta dónde se extienden en el espacio?
Preguntas de este género, que han intrigado a los astrónomos durante miles de años, sólo han podido contestarse a partir del siglo pasado. Desde luego, los hombres que vivían en cavernas se dieron cuenta de que las estrellas parecen conservar sus posiciones relativas. Este hecho permitió a los hombres primitivos agrupar las estrellas según configuraciones que les recordaban vagamente a los legendarios héroes y heroínas o a los animales salvajes que conocían.
Pero estos grupos, o constelaciones, sólo presentan tales aspectos al ser vistos por un observador terrestre. No se trata de grupos de estrellas que estén realmente cerca unas de otras en el espacio; tan sólo parecen estarlo. Cuando los astrónomos descubrieron que las estrellas también se mueven y aprendieron a medir las distancias estelares, empezaron a reconocer cierta organización en el sistema de las estrellas.

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